Nacer en Sigüenza es un privilegio; ser educada en la belleza es una bendición y una responsabilidad.
De la mano de mi padre, tuve la fortuna de aprender a ver el arte con otros ojos, descubrir el legado cultural que se esconde entre los edificios de esta ciudad milenaria o entre las luces eternas de su paisaje, y sentirme responsable de nuestro patrimonio. De la mano de mi madre, aprendí a ser feliz entre libros, canciones y juegos. El bienestar y la felicidad de mi
infancia han marcado para siempre mi visión del mundo. Después llegó mi hermana Pilar, también
cronista enamorada de Sigüenza como mi padre, y me contagió de entusiasmo, rigor y compromiso con
el urbanismo, la historia y el arte, con un profundo respeto por las voces del pasado.

Por mi parte puse la curiosidad insaciable y el amor a las palabras, ingredientes con los que he consolidado mi vida junto a mi familia y amigos.

Cumplo desde hace años con mi vocación de profesora enseñando lengua y literatura inglesas en un instituto público de Coslada (Madrid).